“Los hombres de izquierda cometen el error de reclamar, a través de ciertos mecanismos, un prestigio que no pertenece sino a las ideas: propiedad colectiva o método de pleno empleo deben ser juzgados en razón de su eficacia, no en razón de la inspiración moral de sus partidarios. Ellos cometen el error de imaginar una continuidad ficticia, como si el partido del cambio tuviera siempre razón contra los conservadores: el patrimonio se tiene por asegurado y basta preocuparse sólo por nuevas conquistas”.
La superioridad moral de la izquierda (y del progresismo) es más una impostura que una realidad. La transparencia y la integridad en las prácticas políticas o administrativas tienen poco que ver con el espectro ideológico, y dependen en mayor medida de las diversas culturas políticas de cada país.
HT to el Narigon B.
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